Preparándome para Chicago Marathon, segunda parte

Con el correr de los días, aquel incentivo del maratón se transformó en ansiedad (Leer la primera parte acá). Lucas Bagaloni, un maratonista de primer nivel en Argentina y buen amigo mío, me advirtió, en un día complicado de julio, que “La cabeza siempre va más rápido que las piernas”. Ese día, con un mar de dudas en mi haber, sentía las piernas enormemente fatigadas y la cabeza incendiada de preguntas. La sobre carga del primer mes de entrenamiento específico con vistas al maratón de Chicago me había pasado factura, y lo había hecho de forma despiadada y lógica. Mi rodilla derecha no había soportado tanta carga de golpe, más la falta de flexibilidad y algún que otro desorden alimenticio. Producto de todo eso tenía el fémur rotuliano contraído, lesión provocada en parte por el acortamiento de los isquiotibiales y la carga muscular, lo que me generaba un malestar cuando la exigía. En otras palabras, tenía una típica lesión de maratonista amateur e inexperto, pero que para mí en aquellos momentos significaba el fin del mundo, sobre todo porque en tres meses debía viajar a una ciudad desconocida a correr algo desconocido. Además, la realidad de mi casa por aquellos días no era la mejor, y eso también influía en mi ánimo. Sin embargo, despejé otra verdad, y es que aquel aprendizaje que da el maratón, se comprende mucho antes del tiro de meta. Que la barrera, sea cual fuere, también se salta antes.

Alguna vez, más precisamente mientras escribía estas líneas, pensé que aquello de mi primer maratón tenía como objeto lograr una buena marca en el debut, algo que me permitiese perfeccionarme en la distancia. En qué error había caído. Ni mi primer maratón tenía como objetivo final una marca (sea cual fuere), ni el perfeccionamiento en la distancia dependía de un buen tiempo en Chicago. Más bien, era todo lo contrario. Tuve que lesionarme y pasar varios días de inestabilidad, tanto física como emocional, para darme cuenta del momento que estaba por afrontar, y de que debía hacerlo con templanza, fe y sin presiones. Siempre lo digo, aunque en aquellos días de julio me lo repetía con mayor frecuencia: Desde donde vengo, desde mi historia personal con el running, el hito del 11 de octubre era cerrar el ciclo llegando a la línea de meta. Dejándolo todo en esas frías y ventosas calles, pero llegando al fin y con buenas sensaciones. Cerrar una etapa. Sin embargo, aquello no debía relajarme, sino todo lo contrario. Tenía que entrenar como nunca, y eso no sólo significaba sumar más kilómetros diarios, más fondo o aumentar la intensidad de las pasadas. Era comer mejor, recuperarme mejor, tratar las falencias –que descubrí eran graves- que tenía como corredor. La lesión que antes les comenté había desencadenado en otros dolores. La solución a corto plazo era descansar, aunque no era la mejor opción teniendo en cuenta que no faltaba mucho tiempo para el maratón (menos de dos meses). El remedio a corto plazo, convenimos con mi profesor, era descansar por intervalos, suplementar con trabajos de fuerza y flexibilidad; y empezar a tomarme en serio la chance que la vida me estaba dando. Correr un maratón de 42 kilómetros no es para cualquiera. Se necesita mucha conducta, responsabilidad y teoría bien aplicada. Yo apenas estaba aprendiendo de todo eso.

Estudios y chequeos OK. Contando un día menos, allá vamos Chicago ✈️❤️ #ChicagoMarathon

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El dolor en las rodillas no había empezado ahí, sino que era tan sólo el desenlace de una cadena que comenzaba en mi casi inexistente flexibilidad. Descubrí que ese también era un factor importante a la hora de bajar mis marcas, ya que mi zancada era corta, con poco recorrido, y eso generaba una mayor repetición del impacto. Dicho a grosso modo, me cansaba el doble cada vez que corría distancias largas. Parte del problema comenzaba a solucionarse haciendo lo que nunca había hecho: Consultando a un médico kinesiólogo experto en deportología, y que él me ayudara a ordenarme con ejercicios de fuerza y estiramiento, todo adaptado al plan que tenía para el maratón. La idea no era suplantar los entrenamientos, pero sí cruzarlos con bici y estiramientos (religiosamente, dos veces al día). Antes de lesionarme, corría aproximadamente 110 kilómetros semanales. Al momento de golpearme, más allá de las semanas de poco volumen por lesión y trabajos de calidad, reduje esa cifra a 60 kilómetros semanales. La idea era volver a acercarme a los 100, aunque aquello ya no me preocupaba. Había tenido bastante fondos largos de 21, 24, 26, 28 y 30 km. Eso me daba hándicap para hacer una buena carrera y llegar entero. Empecé a entender, en la práctica diaria, que la marca no lo era todo el 11 de octubre. Que el tiempo era más que nunca una anécdota. Quería volver a entrenar bien por el sólo hecho de poder correr, para hacerlo pensando en mi maratón debut, nada menos que en Estados Unidos, en Chicago, una de las grandes del mundo. En concreto, mi preparación fue de aproximadamente cinco meses, dividida en un macro ciclo de cuatro etapas. General, específica, pre competitiva y competitiva. A su vez, cada una de ellas incluyó distintas sub etapas distinguidas por cantidad de volumen y trabajo de pasadas. La etapa competitiva, que desembocará en el maratón de Chicago, comenzó después del último fondo de 30 kilómetros, que hice el sábado 19 de septiembre. Más allá de la planificación, debo decir que todo este proceso, en lo que a kilometraje y esfuerzo físico se refiere, fue especial. Se me pasaron cuatro años desde que corro, en cuatro meses. Y debí adaptarme a otra distancia, a otro proceso mental. Pasadas largas, algunos dobles turnos y fondos de arriba de 20 kilómetros. Como corredor aficionado, creí haber llegado lejos, y que el maratón era tan sólo la última parada de aquello. Otra vez me equivoqué: el maratón era algo aparte.

En mi último fondo estuve acompañado de las personas que me acompañaron durante todo este tiempo. Mi novia, uno de mis profesores, mi hermano. Los que tenían que estar. Además de acompañarme a cumplir un sueño, mi novia Estefanía ha estado conmigo de forma incansable, en mis días buenos y en los no tan buenos. En mis miedos y en mis alegrías. Ese sábado no fue la excepción. Se bancó los 30 kilómetros en bici, a mi lado, por caminos complicados y con una cámara en mano. Ella es mi compañera y yo soy el suyo. Como comenté más arriba, Chicago no podría haber sido realidad sin mi otra mitad. Así hacemos esto, de a dos. Diego Pringles, uno de mis profesores, también me siguió en su bici y me dio palabras de aliento. También estuvo mi hermano Sebastián, que ya me había acompañado en otro fondo y que siempre aprueba mis locuras como corredor. Para el fondo previo al maratón, elegí volver a donde siempre. A donde soñé, alguna vez, con la utopía de correr un maratón. A donde me siento más cerca de Dios.

El cerro Pan de Azúcar, a dos kilómetros de Villa Allende y a más de 800m SNM, como tantas veces, fue el escenario de mi entrenamiento. Los 15 kilómetros que completé por ese camino fueron vertiginosos. Constantes subidas y bajadas, mucha vegetación y terreno difícil por su grava suelta. Para la segunda parte, tomamos la colectora de la Autopista Padre Luchesse, con una magnífica vista a las Sierras. Un camino sin subidas pronunciadas pero con el cansancio previo de la montaña. El ritmo que marcó el reloj fue 4:49/km, regulando en muchos momentos y pagando alguna que otro cambio de ritmo temerario que pagué caro por las tremendas cuestas y lo pedregoso del camino. Cosas que seguir aprendiendo a menos de 20 días de la gran cita en Chicago. Podría haber corrido más rápido, pero sobre todo con los antecedentes recientes, también podría haber corrido más lento (o ni siquiera poder completar el fondo). El final de ese fondo, fue emocionante. Por el hecho de comprender que el final de un largo ciclo se acercaba, y que ya no volvería a correr distancias largas hasta el 11 de octubre. Ahí, en Villa Allende, terminaba mi trabajo y sólo quedaba ir a Estados Unidos a disfrutar de la prueba. Podría hacer predicciones sobre mi tiempo ese día, pero la verdad es que no tengo certezas más que mi entrenamiento. Es mi primera prueba de 42 kilómetros, será especial y voy a enseñarle al cuerpo cómo es esa distancia mítica y maravillosa. Mantener mi 1h21m en media maratón es imposible, así que la idea es tratar de correr por encima sin “matarme de entrada” para no sufrir arriba. Tendré, si Dios quiere, mucho por delante.

Reconozco también que me costó y me cuesta dimensionar lo que voy a vivir. Me cuesta hacer retrospectiva, apreciar el camino, recordar desde lo pequeño a lo grande que me ha regalado el atletismo. La adrenalina ya es mucha, sólo espero poder estar a la altura del acontecimiento, dejar que fluyan esas emociones y cruzar la meta en Grant Park.

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Nunca me imaginé

Reconozco que se siente raro escribir en este blog sobre mí, sin mencionar nada de lo que ocurrirá el 11 de octubre a nivel competitivo, que es en definitiva lo que más importa en el calendario del atletismo mundial (espero que sepan interpretar todas mis palabras como lo son, a modo de bitácora personal). Puntualmente, Chicago Marathon será la primera de las maratones del otoño boreal en Estados Unidos, antes de Nueva York, la que marca el final de la temporada de World Marathon Majors en 2015 y en donde este año Wilson Kipsang defenderá su título y Lelisa Desisa (ganador de Boston) volverá a retarlo. Si bien en 2015 Berlín se presenta como la más estelar de todas, ya que estará el ganador de Chciago 14′ y Londres 15′, Eliud Kipchoge y el segundo maratonista más rápido de la historia, Emmanuel Mutai, Chicago mantiene, fiel a su estilo, una lista de partida llena de promesas y con algunos protagonistas de experiencia que pueden sorprender. Es más o menos así: El que se consagra en Chicago, luego brilla en las demás WMM y ni hablar si lo hace con un buen tiempo. Y sino, pregúntenle a Kipchoge, que en 2014 ganó en la ciudad del viento con 2:04:15, y en abril de este año dio el batacazo al vencer a Wilson Kipsang y al récord mundial Dennis Kimetto en Londres. Kimetto, precisamente, venció en Chicago 2013, con un soberbio 2:03:45, y al año siguiente ganó en Berlín con un WR que será difícil de batir, 2:02:57.

Testimonio: Preparándome para Chicago Marathon

Este año serán de esa partida Sammy Kitwara, uno de los fondistas más rápidos de la actualidad, quien buscará el primer lugar que le arrebató Kipchoge en 2014. Lo sigue Dickson Chumba, tercero en aquella carrera que ganara Kipchoge (ganador de Tokyo 2014, 2:05:42), Endeshaw Negesse, ganador en Tokyo en febrero de 2015, y Tsegaye Kebede, vencedor de Chicago en una oportunidad, además de ganador del circuito WMM y siempre protagonista. Todos tienen como mejor registro 2:04, aunque si las condiciones son buenas, sobre todo Kitwara y Negesse están en condiciones de bajar sus propias marcas y por qué no, acercarse al récord. Más atrás lo siguen Abera Kuma, Wesley Korir y el resto (ver acá), mientras que en mujeres estará la record del mundo en media maratón, Florence Kipagat, y Sarah Hall, esposa de Ryan y atleta olímpica de Estados Unidos. La historia con Wesley es particular, de por sí y para mí. En 2011, un incipiente atleta keniata llamado Hon Wesley Korir llegaba a Grant Park con la ilusión de meterse entre los primeros, pero un error de la organización lo dejaba afuera de la lista de elite en la largada. El resultado fue que largó casi cinco minutos más tarde. Lo increíble fue que desde atrás Wesley se acercó, pasó a todos y terminó segundo en aquella maratón, con un tremendo registro de 2:06:35. Seis meses después, Wesley Korir se consagraría en Boston, la más prestigiosa de todas las maratones, y entraba en la gloria del atletismo de fondo. Esa experiencia, junto a la de su transición como diputado del parlamento de Kenia, están documentadas en Transcend, la película. En 2015, más allá de su carrera, otra de mis metas es poder acercarme y manifestarle toda mi admiración. En conjunto, los tendré a todos ahí, a metros, el día de la largada. Yo en el corral B, ellos por supuesto, en el reducido grupo de elite. Pero todos por lo mismo: Superarnos. Algo que por supuesto jamás me imaginé, pero que se hará realidad.

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