Fui a correr una media maratón a La Pampa, la sexta de mi vida. Corrí bien al comienzo, apreté a la mitad pero “me morí” arriba, al final, después del km 15. Mi reloj marcó 1h23m05s, lejos de lo que yo creía que iba a buscar. Me enojé, me recriminé un rato, me dije que falta mucho entrenamiento de fondo y que si quiero superarme y correr a la velocidad que corro en 10km, debo asimilar la distancia. Hice todo esa catarsis conmigo mismo porque me cuesta entrenar, hacerme un espacio, porque me encanta hacerlo y porque quiero mejorar, porque había hecho 700 km sin dormir para intentar bajar mi marca y porque, básicamente, amo correr. Cuando finalmente y después de hablar con mi novia, comenzaba a enfocar desde un ángulo positivo mi carrera y lo que debía hacer en adelante, me enteré lo de Guerra. Mito, Miguel, que es un gran corredor, había ganado los 21 km con 1h06m34s pero no quería hacerse el control antidoping oficial de la carrera, avalado por la CADA y hasta por la IAAF. ¿Por qué no quería? Sin ánimo de juzgarlo y tratando de dejar de lado en ese momento sus antecedentes conflictivos (peleas en carrera, acusaciones de un lado y de otro), fui hasta la Municipalidad, donde Guerra se resistía en un cuarto a hacer su análisis de orina. El hall de entrada estaba lleno de atletas y público en general. Muchos lo puteaban, muchos se sorprendían. Yo saqué mi celular y empecé a informar en mi canal de Twitter sobre el inconveniente.
Durante las tres horas posteriores a la finalización de la carrera y justo cuando procedían a la entrega de premios, Guerra se resistió en un primer momento a hacerse el control antidoping. Aún se desconoce por qué. Según el médico deportólogo, Mito Guerra admitió tomar medicamentos para “un dolor de muelas” y otros que desconocía. Según otras fuentes, tomó betametason, que es, básicamente, lo que utilizan para abrir sus pulmones quienes padecen de asma. Finalmente, alrededor de las 12.30 del mediodía, tres horas después de haber finalizado su carrera, accedió frente a la presión de todos.
Así se retiró #Guerra después del supuesto control antidoping. Riéndose #APampaTraviesa pic.twitter.com/HsxarzXKCm
Así se retiró #Guerra después del supuesto control antidoping. Riéndose #APampaTraviesa pic.twitter.com/HsxarzXKCm
— george blanco (@georgeblanco) abril 12, 2015
Miguel Guerra, salió custodiado y con una sonrisa nerviosa en su rostro. Había ganado la media maratón de A Pampa Traviesa, con 1h06m, pero se retiró sin su trofeo. Minutos antes y después de tres horas de espera, accedió a hacerse un análisis de orina que, más allá de los resultados que arroje, ya está manchado por las confusas circunstancias. Me tocó estar ahí. Lamentablemente tuve que estar ahí. Me dolió a mí, que corro lejos de ese nivel, no quiero ni imaginar al segundo, al tercero de esa carrera y a todo el pelotón detrás de él. Todos en algún punto compartimos algo. Esfuerzo, sueños, ganas de ser mejores. Ganas de superarnos a nosotros mismos y, de paso, jugar a competir frente a otros corredores, porque el atletismo también es eso, un juego. Todo muy sano. Las sospechas, independientemente de su confirmación o no, duelen. Hubiese querido que Guerra subiera a recibir su premio luego de hacerse el control anti doping, como sí lo hicieron sin problemas sus colegas. Porque, que quede claro: el control finalmente se hizo, pero fuera de tiempo (de por sí un examen de orina es difícil que arroje muestras 100% fidedignas) y después de incluso admitir que había consumido ciertos medicamentos. Duele que un deporte “madre” y primitivo como es correr, donde el desafío es llevar al cuerpo a su máximo según la regla natural que impone el entrenamiento y el propio cuerpo humano, se convierta en un escenario de vedetismos y lo que es peor, teñido de sospechas, supuestas mentiras y escándalos con los químicos y las conductas anti deportivas como protagonistas. Pasó con Rita Jeptoo, frente a los ojos del mundo y con un aparato más sofisticado como es el atletismo en Kenia, y puede pasar en Argentina.
El podio de los 21km, sin Guerra que se fue. De la organización, dicen que “ya se sabrá si es cierto” #APampaTraviesa pic.twitter.com/HapmgFkeF2 — george blanco (@georgeblanco) abril 12, 2015
¿Debía señalarlo por su supuesta conducta anti deportiva? Claro que no. Hay organismos competentes que corroborarán las muestras y dictarán su sentencia, aunque hay quienes aseguran que el simple hecho de resistirse a hacer el control en un primer momento, legalmente es doping positivo. Guerra, finalmente, accedió a hacerlo y es lo que a fin de cuentas termina por prevalecer. ¿Podía quedarme callado y no informar sobre lo que estaba sucediendo? No, tampoco. Mi deber era informar, pero además tomé partido según mi coherencia y mis convicciones y elegí, primero en las redes sociales, exponer lo que pensaba sobre su conducta previa y posterior. La resistencia al control, su actitud altanera y soberbia (el hecho de negarse a hacer el control desde un primer momento es una prueba de soberbia, sumado a sus provocaciones antes, durante y después).
Ya con un análisis en frío, sus polémicos antecedentes que desde hace tiempo están en discusión dentro del running inevitable y lamentablemente, generan suspicacias y ponen en tela de juicio (puede ser más o menos injusto, podemos estar de acuerdo o no) a Mito Guerra. Sospechas en cuanto a sus registros, discusiones y chicanas. Matías Roth lo acusó de drogarse después de una carrera y tuvo un entredicho. Tampoco, y aparentemente por los mismos motivos, subió a recibir su premio en Valentin Alsina. Matias Schiel protagonizó una pelea después de una carrera, por el mismo tema.
Yo, sin embargo, no creo que Guerra sea soberbio. O sí, pero prefiero creer, luego de ver su rostro ayer, que Mito Guerra necesita ayuda para entender la nobleza de éste deporte y comprender que, al final del camino, en el running como en la vida, se gana por ser honesto y que la superación es directamente proporcional a ello. Si es que queremos hacer algo para salvar al atletismo y mantenerlo al margen del dopaje, es necesario entenderlo. Él, todavía no salió a hablar, más que alguna que otra declaración en su cuenta de Facebook, pero nunca respondiendo concretamente por las acusaciones. Sería bueno escuchar su voz. La Pampa puede ser el disparador.
Esta no es una campaña de desprestigio y tampoco soy Anti-Guerra. Es un deseo de que simplemente salga la verdad a la luz, y que se mantenga limpio el deporte y en particular el atletismo que tanto amamos. Ojalá el resultado arroje un negativo y todo esto, simplemente haya sido una polémica a partir de conductas sospechosas y poco profesionales que forman parte de un historial de controversias. Si es así, seré el primero en informarlo junto a las disculpas por haber caído en esas sospechas que sin embargo cuentan con fundamentos. Incluso, hasta me ofrezco, de la manera más noble, a entrevistar a Mito Guerra para que pueda dar su versión y hasta para que limpie su imagen.
Eso sí, el historial de actitudes, al menos hasta acá, habla por sí solo. Guerra es (o debería) ser un profesional. Alguien que corre en 1:06 es definitivamente un atleta de primera nivel. Atleta de primer nivel, en mi barrio y en cualquiera, significa dar el ejemplo. Mantenerse a dignidad y honestidad. Tener valores y ofrecer respeto. Algo que, lamentablemente e insisto, más allá de los resultados, Guerra ayer no tuvo. Ojalá puedas leer esto, Mito. Ojalá puedas explicar los hechos y por qué te negaste a un control, cómo se generó la polémica en torno a tu imagen y finalmente, de los resultados que arroje la muestra. Prefiero creer que no hubo mentiras, que no hiciste trampa y que tus logros deportivos están limpios. Y si en cambio resultás culpable, seguramente serás juzgado y no por una entidad, sino por tus compañeros, por la gente. Aquellos que comparten un pelotón con vos, con el mismo sueño que vos, y que seguramente entrenan como vos. Aquellos que te esperan en la línea de llegada y aquellos chicos que, como vos, alguna vez soñaron con la gloria.
Arbe, la promesa convertida en buena noticia
Más allá del escándalo, el atletismo, la fiesta del atletismo, dio su presente en Santa Rosa, La Pampa. La ciudad vivió una celebración que comenzó el sábado con la carrera por la inclusión a los más chicos. Cientos de peques recorrieron 50, 100 y 400m según las edades, para disfrutar del mini running (hubo zancadas dignas de un atleta de elite) ante la atenta mirada de los papás. Con la ciudad paralizada, muchísima gente en las calles y tribunas ubicadas en la llegada, La Pampa vibró durante la competencia que incluyó tres modalidades por distancia: 10, 21 y 42 km. Al mencionado triunfo de Guerra en los 21k, se sumó la frutilla del postre, la competencia más importante, los 42 km, que además fueron validos por el Campeonato Nacional de Maratón y certificados por la IAAF. Allí, Joaquín Arbe volvió a confirmar (por segundo ano consecutivo) que ya no es una promesa, sino una gran realidad del deporte argentino, y que le regalará grandes alegrías en el deporte olímpico por excelencia en nuestro país y en la distancia donde Cortinez, Toribio, Mastromarino entre tantos brillaron y brillan. Arbe ganó los 42,195 con un impresionante registro de 2h20m10s, marca que lo deja muy cerca de tiempos de Panamericanos y Olímpicos. Segundo fue Nicolas Ternavasio con 2h20m57s otro gran atleta y maratonista que también promete animar el futuro del atletismo en Argentina. Tercero resultó Federico Bordón, el atleta de La Rioja, uno de los mejores que haya visto el país en 10 km y que eligió #APampaTraviesa para hacer su debút en la distancia. Su crono, 2h30m01s, una marca espectacular para un debutante. Por suerte, también siguen las buenas noticias para el atletismo argentino.
Periodista, comunicador y corredor de fondo. Maratonista.