4:15 am del 2 de Noviembre
La espera terminó: el sueño es hoy. Me visto de corredor y arriba la ropa de abrigo para la espera (todo eso que luego donaré pre carrera).
Subte L desde Brooklyn y combinación en Union Square para ir al Ferry en el sur de Manhattan. Durante el trayecto en subte hay sólo corredores y la gente que sale de trabajar del turno nocturno o de madrugada. También hay algunos homeless que duermen con sus carritos dentro del subte.
Decenas de idiomas se confunden como siempre sucede en esta ciudad pero esta vez es un solo tópico el que prevalece: la maratón.
Hablo con un australiano y un californiano que ya han corrido varias maratones y aún así se muestran con la ansiedad de un debut.
Llegando a la estación de subte ya no es solo ver algunos corredores sino es vivir en un hormiguero de corredores. Gente tirada y abrigada, esperando salir. Otros abrazandose con amigos y sacando fotos. Nerviosismo, ansiedad y felicidad pre embarque son la postal de esta previa fría de madrugada. Partir de Manhattan es el comienzo de la aventura.
El viaje a la isla.
7:00 am
Embarcamos rápidamente y comienza el trayecto que une Manhattan con Staten Island. Muchos sueños a bordo y la ciudad que va quedando atrás. Mientra me alejo de los edificios me pongo a conversar con un venezolano y dos españoles. Hablamos de maratones de nuestros países y también de lo que se viene. Matamos el tiempo hasta llegar a el campamento donde esperáremos la señal de largada.
El campamento
7:15 am
Luego de un viaje de 15 minutos llegamos a Staten Island. Hay un frío increíble y mucho viento (claro presagio de lo que será la carrera). Tomamos uno de los buses que nos llevarán al campamento. Al llegar al campamento solo pienso en una palabra: GIGANTE. Es como albergar un festival de 50 mil espectadores y sumale que con muchísimos puestos de comida y cientos de baños. Me encuentro con los muchachos del Indio Cortinez y luego con Dani Arcucci. Grata sorpresa para poder charlar un poco y desenmarañar la ansiedad.
Luego de pasar por el baño y tomar té con un bagel (todo gratuito).
La carrera
9:40 am
Suena el himno estadounidense, los cañonazos de largada y arranca el sueño. El clásico “New York” de Sinatra decora este momento surrealista.
El comienzo es lo más parecido a correr en el ojo del huracán: vientos de 40 km/h con ráfagas de 75 km/h a las 9:30 en pleno puente Varazzano. Una locura si sumamos que es comenzar con más de 1,5 km en subida.
La adrenalina en el ambiente es intensa y los gritos de alegría son espectaculares pero no me dejo llevar por los corredores que salen como flechas. En una maratón siempre hay que salir de menor a mayor, sin dudas. Dato no menor: los carteles de las primeras 3 millas no están (luego me enteraría que los sacaron por el viento!)
Brooklyn
Milla 4,5 Todo en orden 🙂
El primer barrio que recorremos es Brooklyn y es donde el aliento de la gente es genial. Bandas de rock y colegiales tocando clásicos de rock…e incluso el tema de Rocky!!!
Una locura de carteles y gritos que me hacen pensar que esto es una fiesta.
Queens
Casas hermosas y vecinos entusiastas ¿qué más se puede pedir? Si, una turbina en la espalda (?). Entro en velocidad programada y me pongo a disfrutar de la fiesta. No doy espacio a la emoción para no distraerme pero si no puedo escapar a sonreír ante tanto cartel gracioso o gente gritando con su incesante “go!!”.
¿La altimetría? Lo usual: falsos llanos que apenas se notan pero que intento ignorarlos y continuar mi ritmo.
Dejo Brooklyn y es el momento de entrar a la isla por el Queensboro Bridge: todo lo que te digan de silencioso y elevado es cierto. Es momento de pensar en lo que sigue, no volverse loco y esperar lo mejor.
First Avenue
Llegar a Manhattan y su aliento es infernal. El contraste con el silencio del Queensboro es soberbio. Banderas y gritos. Campanitas y carteles. Toda la ciudad ha salido a celebrar la fiesta en la que yo estoy participando. Esto, sin duda, es uno de los más grandes recuerdos que me llevaré por siempre.
Milla 19 – Eye of the Tiger (?)
First Avenue es eterna y el viento vuelve a pegar duro. Me es imposible engancharme en algún grupo de corredores y me como todo el viento (esta vez viene de costado). Hay que aguantar, apretar el puño y seguir con confianza.
Al llegar al Willis Bridge veo que los parciales se me están escurriendo lentamente e intento no salirme del pace. El puente en si es plano pero las subidas a éste son bastante molestas a esta altura del recorrido. Hay viento pero ya no es frío. El sol calma un poco la brisa fría. Recordemos que la temperatura es de 5 grados C; sin viento hubiera sido el clima ideal…pero NO. Y bueh. Paso Harlem y empiezo a bajar al sur: es el momento de pensar en la llegada.
Si buscás DOLOR en el diccionario, te aparece esta foto.
Bronx
Da Bronx es una milla y pico pero es el aperitivo de aliento que tendré en el central park. Gente de los almacenes dando agua y bananas “de onda” y alentando a todos los corredores. Más allá de que iba volando con el tanque de reserva, este aliento es vital. De pronto, siento que no estoy levantando las piernas todo lo que quisiera. El viento fuerte de los últimos 37 kilómetros me ha comido las piernas y sólo queda correr con la cabeza. Orgullo y cabeza como motores del final.
Central Park
La entrada al Central Park, con una brisa en contra y sus pendientes, es uno de los momentos más duros que me ha tocado vivir en una maratón. Sentir que corría en el lugar y sólo me quedaba
Últimas 2 millas y siento que corro en cámara lenta. Dejo de lado todo pensamiento y sólo me concentro en llegar. Me pasa el pacer de 3h15minutos y ya nada importa: hay que llegar. Últimas dos curvas en este infierno de dolor y continúo trotando con los 8 elefantes que tengo enganchados en cada pierna. Así me siento y así sigo. “Hay que llegar, no falta nada” es mi mantra. Es en lo único que pienso.
Tengo a 300 metros la llegada y el dolor continúa pero me acuerdo de las palabras de Liz Maiuolo: “lleguen con los brazos en alto y no marcando el GPS”. Hago eso y llego. Llego y lloro. Lloro y beso el suelo. El objetivo de correr la Maratón soñada está cumplido.
Luego de besar el suelo, me derrumbo. Le pido a una voluntaria si me puede llevar a la carpa médica, me siento débil. Me llevan en silla de ruedas y allí tomo litros y litros de Gatorade. También como pretzels y me toman la presión.
Probablemente haya sido la carrera más dura que haya corrido y también la más espectacular. Un sueño hecho realidad.
Conclusión sobre los fríos números (si fuera necesario pensar en una conclusión, acá va):
Entrené como nunca y 7 minutos arriba de La Pampa (3:10)…¿qué falló? NADA. Corrí a conciencia, sin locuras pero el clima es algo que escapa de nuestras manos. Probablemente los puentes y el viento del orto fuerte haya comido piernas teniendo que trotar los ultimos 3 km. Hasta el km 37 iba para 3hs05min pero luego de eso, pareció que se me cayeron dos pianos sobre las piernas. Geles? Los tomé todos. No fue eso. Siempre uno dice “Son carreras” y en este caso, en mi 8va maratón, está claro que es super aplicable. Entrenamos para todo menos para el viento o la humedad. Hasta los atletas de elite perdieron sus tiempos planeados. Por ej: Kara Goucher o Wil Kipsang que hizo el horrible (?) 2 hs 10 min 59 seg.
Me encantaría tener revancha (y seguro volveré algún día).
11:20 pm
Hora de descansar. El sueño de correr en NYC está cumplido. A dormir feliz y a soñar con nuevos desafíos.
Corredor. 17 veces finisher en Maratón. Mejor tiempo 2:59. Lector enfermo de todo lo que sea running, curioso y siempre con ganas de aprender. Letra y podcast en Running Blog.