Como si se tratara de un esfuerzo por generar confusión en su preparación, Mo Farah, el doble campeón olímpico y mundial de cinco y diez mil metros, retrata sus historias en Snapchat. Ya sea cuando está por entrar a la pista, cuando prepara suculentas meriendas, escuchando hip hop en el auto o cuando juega con sus teammates al FIFA, Farah se entretiene y entretiene a su audiencia. Las imágenes pueden precisamente confundir al más susceptible. Farah ocupado de sus redes sociales en la antesala de sus Juegos Olímpicos más difíciles, en vez de hacer silencio y dedicarse tan sólo a entrenar. En cambio, Farah hace gala una vez más de su esencia como personaje que logró exceder (por supuesto, detrás de Usain Bolt) el mundo del atletismo para convertirse en uno de los más carismáticos del deporte. ¿Por qué iba a cambiar ahora?
La jugada de Mo, que cumplió hace algunos meses 33 años, es la más arriesgada y al mismo descontracturada que se haya visto en un atleta, otra vez, junto a la previa de Usain Bolt frente a Justin Gatlin antes de los Campeonatos del Mundo de Beijing. Aquella vez, analistas y hasta la opinión pública se descocaban por tratar de argumentar el buen presente de Gatlin y el mal desempeño de Bolt en esos meses previos a China. La historia en el verano oriental ya es conocida por todos. Si bien el caso de Mo Farah es distinto, primero porque ostenta buenas actuaciones y segundo porque parece estar más vigente de lo que se supone puede estar Bolt, más allá de sus impresionantes victorias en campeonatos de envergadura. Tampoco Farah está en su mejor momento, más por la coyuntura de sus competencias que por su capacidad física. Veamos: En Cardiff, el campeonato mundial de media maratón, fue tercero a dos minutos de Kamworor, su gran y temido rival en los diez mil metros, que venía de ser tercero en el maratón de Nueva York, campeón mundial de Cross con 27 minutos y con la mochila cargada de esperanzas por convertirse en la futura leyenda del atletismo. Con 23 años, Kamworor, sin demasiada experiencia en la distancia hasta ese campeonato de Cardiff, salió irrespetuoso frente a un Farah incrédulo, que se vio obligado a correr por fuera de la planificación de Salazar y terminó remontando del séptimo al tercer puesto. Acostumbrado a correr por debajo de la hora, Mo registró 61 minutos que, de no haber sido por su tremendo y acostumbrado corazón, habría corrido rozando la decepción. Si en Cardiff lo salvó la distancia, en Río no tendrá la oportunidad. Sabe que ambas pruebas, los diez y cinco mil metros, son cortas y que tendrá que correr como jamás lo ha hecho, frente a una armada de keniatas y etíopes liderados por Geoffrey Kamworor y Yamil Kejelcha. Si bien las temperaturas en Río hacen presuponer que será una carrera dura por encima de los 27 minutos, el ritmo demencial que impondrán los keniatas de entrada dejan la intriga sobre si serán de las carreras más rápidas que hayamos visto en el fondo de pista, algo que no sucede desde los tiempos de Haile, el mejor momento de Bekele o Kipchoge.
Por eso, Mo apela a su esencia. Divertido, perspicaz y casi como en su propio reality, se tomó el momento previo a Río con seriedad y simpatía al mismo tiempo. Pasa sus días en Flagstaff, uno de los pueblos con mayor altitud y capacidad de oxigeno del mundo. Ahí, en Arizona, un ritual para Salazar y el Oregon Project, Farah reconstruye el camino de la posible leyenda. Entrena duro, no regala nada y eso sí, jamás menciona trabajos específicos. El mejor mediofondista largo del mundo, ese nuevo mote que se les escapó a los calificados críticos de atletismo después de sus inexpugnables triunfos en distancias de fondo, entrena junto a su amigo Abdi Abdirahman, que en Río va por sus cuartos olímpicos representando a Estados Unidos. Junto a ellos está el mediofondista británico Robbie Fitzgibbon y el velocista Michael Rimmer. De vez en cuando se les suma Matt Centrowitz Jr., otro Oregon Project que sigue su preparación para los Juegos en Portland, más cerca de Salazar. Al momento de escribir esta nota, una de las últimas historias de Farah en Snapchat era la de una jeringa inyectándosele en su muslo y la leyenda “Dopping control”. Minutos después, Farah preparándose para una de sus tres sesiones de entrenamiento diaria. Como sus mejores retratos, casi siempre dejando todo en las pruebas, ya sea victorioso o como cuando falló en su experiencia de maratón, Farah se expone sin ningún tipo de tapujo. Su mejor secreto no es el silencio tan respetado en otros corredores. Su mejor secreto está en sus piernas y, aunque Snapchat borré las historias después de las 24 horas, en Río Mo espera escribir una que le permita entrar al libro de las más grandes leyendas de todos los tiempos.
Fotos Oregon Life
Periodista, comunicador y corredor de fondo. Maratonista.