Alberto Salazar y el Nike Oregon Project: La última revolución

Comienzo a escribir esta nota después de pausar algunos vídeos de Salazar en Youtube. Alberto, apenas uno de los millones de cubanos que emigran todos los días en busca del aire de la Florida y el american dream, nació en La Habana un 7 de agosto de 1958. A los pocos años su familia se mudó con él en brazos a Miami, antes de desembarcar en Boston. Alberto Salazar, que bien podría ser confundido con alguna estrella de una telenovela mexicana, estaba empecinado en correr. Lo hizo desde su infancia, cuando sin saber siquiera adonde pertenecía, lo arrancaron de sus raíces. Veinte años después, en 1980 y después de una estadía en la Universidad de Oregon donde Alberto aprendió a correr como hombre fuerte, ganó la maratón de Nueva York, la carrera más emblemática de la especialidad, aquella que Estados Unidos no consigue desde la última proeza de Salazar, cuando repitiera en 1982. Hay que ver algún que otro video de Salazar (particularmente el de la maratón de NYC de ese año, en una memorable batalla con el mexicano Rodolfo Gómez) para entender porqué Alberto Salazar es quién es, y porqué sigue estando en boca de todo el mundo del atletismo. Hasta ahí, la historia está hecha a medida de su legado. Pero había más.

En esa carrera tan recordada por los americanos, Salazar llegó exhausto. Casi que no tuvo tiempo de festejar. En cada carrera solía llegar al límite, dejándolo todo. Vaya a saber cuál era su motivación para poder exigir así a su cuerpo y a su mente, la misma que diez años después y con un problema pulmonar a cuestas, permitió que Alberto Salazar ganara un Ultra Maratón de 87 km en Sudáfrica, cuando ni el más optimista pensaba que podía llegar a competir luego de un infarto (actualmente lleva un marcapasos). El paralelismo con los pupilos de Salazar entrenador, más de dos décadas después y con Alberto como cara visible del ambicioso Nike Oregon Project, son asombrosos pero no menos lógicos.

Tanto el célebre Mo Farah, campeón del fondo, doble medallista olímpico y de mundiales con la pechera de Gran Bretaña, así como el último hijo del atletismo americano, Galen Rupp, responden a la misma mentalidad ganadora de Salazar, aunque con su enseñanza tan minuciosa (para muchos odiosa) como exigente. No hay demasiados secretos alrededor de semejantes proyectos personales, que tienen sustento en un inmenso equipo atrás de ellos.

Farah repitió oro en Londres y Moscú en 5000 y 10000m después de haberse convertido en rey de la distancia en 2009 en Daegu, mientras que Rupp viene de quebrar el récord de 5000m americano en pista indoor, con un impresionante tiempo de 13:01:26 (a dos segundos del récord mundial). La conexión entre Salazar y Farah que, curiosamente posee una historia de vida con ciertos ribetes parecidos a la de Alberto (tuvo que emigrar a Inglaterra por problemas de guerra en su país de origen, Somalia) es resultado de un trabajo mental tan fuerte como sus dos piernas corriendo a 2:31 el kilómetro.

Desde que Mo se convirtió en su aprendiz, Salazar le inculcó una personalidad arrolladora y tiempista, adentro y afuera de la pista. Características que junto su técnica exquisita, también pulida por Salazar, y a su carisma, hicieron que se forjara como imbatible. Después de haber debutado en la media maratón de Newcastle en la histórica reunión junto a Bekele y Gebrselassie (donde fue segundo detrás de Bekele, con 1h00:09), ahora a Farah le llegó la hora de la cumbre de las distancias en el atletismo, los 42 km. En la Virgin London Marathon intentará, con grandes proyecciones, repetir lo que su maestro consiguió dos veces en Nueva York y una en la maratón más prestigiosa del mundo, Boston.

El trabajo que viene realizando Salazar, sin embargo, es mucho más fuerte y minucioso que lo que mandan los resultados. Exigente y extremadamente demandante, Alberto Salazar ha cosechado lo que sembró en sus años como corredor, semilla de aquellas carreras en donde terminaba con el corazón afuera y el número uno indiscutido, para volcarlo en sus alumnos. Pero también, uno de los hijos de Braverton ha sabido estar en los momentos justos, y lo que es más meritorio aún, tomar las decisiones que él creía justas. Como cuando rescató a Farah, como cuando puso a Rupp a correr al lado de keniatas y etíopes como uno más y a pocos meses de haberlo hecho abandonar su principal deporte, el fútbol.

Su factoría, que comenzó en 2001 en una reunión junto al CEO de Nike por aquel entonces, Tom Clarke, tendría como principal meta recuperar el lugar de Estados Unidos en el fondo, una distancia que supo dominar en las décadas del 70 y 80 (donde brilló Salazar), y que estaba perdiendo terreno frente a la impresionante avanzada de los africanos. “Creo que no hay mayores diferencias con respecto a los corredores de Kenia, salvo porque ellos corren para ir a la escuela, para sobrevivir. Físicamente, no hay diferencias”.

El proyecto, un mix entre las prácticas tradicionales, la rutina atlética y con el plus de una alta exigencia mental junto con otras ramas como la medicina deportiva y la nutrición, resultaba tan prometedor como riesgoso. Si bien el atletismo en su gran mayoría de especialidades es individualista, Alberto Salazar apeló al ejercicio colectivo dentro de sus campus en Oregon, de manera de trabajar en ese aspecto (sobre todo el de la inserción social), para luego escarbar al máximo en la soledad del atleta y cuáles son sus deseos. Un maestro que hace las veces de padre, que muchas veces aconseja pero también reprende. Salazar comenzaba a cambiar el curso de la historia del atletismo norteamericano, sin saber que esos resultados pensados en principio a largo plazo, llegarían antes de tiempo.

En la práctica, cuando Alberto Salazar (un histórico soldado de Nike en sus épocas de corredor) se mudó a Portland para comenzar con el sueño americano del atletismo, su idea entonces era clara: debía apelar fundamentalmente al factor psicológico en los atletas que reclutara, y de esa forma equilibrar la balanza. En ello, y en que debían tener las mejores condiciones para entrenar e incluso descansar que un deportista de la NFL podría tener. Masajista, grupo de terapeutas, asistentes y hogares confortables. Un plan integral sin dejar nada librado al azar.

Inmediatamente, Nike le habilitó un campus en sus bosques de Oregon, con pista incluida más algunos edificios que servirían como base para los fondistas del Oregon Project. El mega proyecto enclavado en la gris, montañosa y arbolada Portland, tuvo su experimento temprano en 2002, con Dan Browne, un corredor de larga distancia que en aquel año rompió el récord de milla, y más tarde con el joven Mo Farah ganando los 10000m en la Prefontaine Classic, hoy fecha de Diamond League. El proyecto a largo plazo, un cliché que no se le cae de la boca a Salazar, aunque no lo mencione tal vez no contaba con la aparición tan temprana de los referentes.

Mo Farah, el mismo que lo hizo popular, quién volvió a ponerlo en el centro de la discusión después de su debut en maratón, el pasado abril en Londres. Si bien Farah no hablo públicamente de la estrategia de Salazar para su carrera, manifestó descontento con la carrera y la orden de su maestro, que consistió en correr en el segundo grupo y no con el pelotón de los punteros. Mo acabó en 2:08:31, un buen tiempo considerando que es el debut, pero que no cumplió con las expectativas de los críticos más exigentes en la distancia. Farah dejó entrever que sus liebres lo dejaron demasiado solo y despegado del resto, por lo que tuvo que apretar en momentos críticos de la carrera. Se dice que no supó como manejar el muro del km 30, y que le faltó piernas. La preparación también tuvo su polémica, con Mo en Kenia hasta último momento.

Días después de bajar de Eldoret, corrió la media de Nueva York, una carrera rápida pero con demasiada diferencia de altura (NY está a nivel del mar). Lo pagó caro, en la llegada se desvaneció y luego reconoció que no había tenido la aclimatación suficiente. “Creo que Mo debe volver a las pruebas de 5000 y 10000, donde es rey absoluto. Él quería correr esta maratón en su ciudad, tiene mucho para madurar en la distancia. Habrá más por delante para Mo”, dijo Salazar. Farah aceptó la lección de su maestro y decidió volver a la pista en julio, en los Commonwealth, aunque aún no confirmó en qué pruebas participará.

Rupp, el último caso de éxito

Galen Rupp (28) es un chico desgarbado, con una zancada formidable, que jugaba al fútbol en un club católico del sureste de Portland cuando sonó el teléfono de Alberto a sus 14 años. Su entrenador de equipo le comentó que Rupp tenía habilidades extraordinarias para correr. Más precisamente, le contó que Rupp corría los 200 metros en menos de 30 segundos. No way, dijo Salazar. Tenía que verlo con sus propios ojos. El vertiginoso ascenso de Rupp, desde que dejó de entrenar una vez por semana para pasar a hacerlo todos los días, tuvo su punto más alto en los Juegos Olímpicos junior, un desafío que al comienzo asustaba a Galen y a sus padres. El proyecto de Rupp olímpico se vio reflejado en Londres 2012, cuando sorprendió a todos -menos a su coach- acelerando en las últimas vueltas para acompañar a su amigo (alguien se animó a pensar que se atrevería a ganarle) Mo Farah, para ponerse la plateada en un JJOO, por encima de una tropa de africanos hambrientos de gloria.

“La biomecánica es lo más importante. Disponemos de unas instalaciones que nos permiten medir el tiempo que un atleta está en contacto con el suelo, desplazamiento de cada pie, longitud de zancada. Con estos datos podemos ayudar a nuestros fisioterapeutas y ortopedistas para que corrijan los desequilibrios. He visto a un atleta con una diferencia de potencia de 6% de un lado al otro y que bajó al 1% en un período de seis semanas. Usted recibe la gente simétrica, y es como una máquina bien engrasada. Y Galen es una máquina completamente simétrica. Rupp está al 1/10.000 de un lado a otro”, dice Alberto Salazar sobre uno de sus métodos de entrenamiento en Galen Rupp.

En su récord de los 5000m en pista cubierta, en enero de 2014, Salazar y Rupp también fueron noticia. Apenas minutos después de haber terminado su carrera con el increíble tiempo (récord) de 13:01, Alberto Salazar le ordenó a Galen Rupp 3x800 en 1’54” + 3×400 en 51′. El método, según Salazar, se llama “asimilación mágica”, y consiste en aprovechar al máximo el rendimiento del atleta en carrera, lo que para muchos resultó una controversia. ¿Cómo es que un corredor, que entrega el 100% corriendo a más de 23 km/h durante 5 km, puede frenarse para hacer pasadas al 100%? La respuesta presumiblemente tenga que ver con que precisamente el atleta nunca llega al límite de su esfuerzo (en otras palabras le queda resto), aunque en las últimas vueltas apele a una resistencia extra. Más aún, es probable que Galen Rupp, que durante el año entrena la mayor parte del tiempo en altura combinando ejercicios de cinta bajo el agua, termine las carreras con buenas sensaciones para realizar semejante ejercicio.

Después de una lesión posterior a los 5000, que provocó una lluvia de críticas hacia Salazar, Rupp volvió, y lo hizo nada menos que en el patio de su casa, en Oregon, y en la prueba madre de un atleta Nike: la Prefontaine Classic de Eugene, correspondiente al calendario de Diamond League. El pasado 31 de mayo Galen corrió los 10,000m en 26:44, marcando un hito para el atletismo americano, marca del año en esa distancia y récord de su país (el anterior también era suyo, 26:48 en Bruselas 2011) y uno de los mejores cronos de los últimos tiempos. Galen Rupp le ganó a una tropa de keniatas y etíopes, dejando una vez más a todos con la boca abierta. Llegó “solo”, con el puño derecho cerrado en señal de triunfo y antes de cruzar la meta hasta tuvo tiempo de dedicárselo a su mujer, que está esperando mellizos. Impactante. Salazar, que poco salió en los diarios después de semejante logro, lo vio emocionado desde las gradas. 

Alberto Salazar, además tiene de pupila a la atleta sensacion de Estados Unidos, Mary Cain. La joven mediofondista de 17 años también batió el récord de 1000m que ella ostentaba, con 2:36, volviéndola la tercera mejor marca de todos los tiempos en Estados Unidos. Sin embargo, la inteligencia de Salazar no siempre arrojó resultados positivos (porque todos sabemos que a fin de cuentas el éxito termina decantando por los resultados y no tanto por el proceso). Le sucedió con Kara Goucher, una de las fondistas más destacadas de Estados Unidos en los últimos tiempos, que en Pekín 2008 terminó octava en los 5000m. Goucher abandonó a Alberto Salazar y ahora está bajo el mando de Jerry Schumacher, la otra cara (menos visible) del Oregon Project, enfrentado, según dicen medios de atletismo especializados, con Salazar. Otros atletas que han triunfado en aquel país, como Adam Webb, también se decidieron a abandonar el proyecto del cubano después de rumores de disidencias con sus metodologías.

El entrenamiento, que consta de dos y hasta tres sesiones por día entre fondos de diez millas, quiroprácticos y sesiones de masajes, cuenta con un programa secreto de entrenamiento, pero que sin embargo ha dejado ver algunos métodos tan efectivos como controvertidos. “Si quieres correr como un africano, debes convertirte en uno de ellos”, dice Salazar. Dependiendo la carrera y la distancia, las camadas de corredores pasan semanas y hasta meses en Colorado Springs, a más de 6000 metros de altura sobre el nivel del mar. Además, en los hogares de Breaverton los atletas viven con filtros de oxígeno por encima de la presión atmosférica, simulando altitud. Otras de sus “locuras” son la cinta anti gravedad, máscaras anti alergias, y la famosa cinta para correr en el agua (HidroWorx). A Alberto Salazar le gusta experimentar, recurrir a la filosofía y ahondar en la mente del deportista. Les está encima todo el tiempo posible, un guía meticuloso capaz de tomar nota de cada movimiento.

Admirado y controvertido, Alberto Salazar continúa con sus trabajos en el Oregon Project, estudiando durante la noche y poniendo en práctica sus enseñanzas durante el día. En el medio, una histórica relación contractual con Nike, que por momentos amenaza com regir sus planes de entrenamiento. Tal vez ambas cosas pueden convivir, al menos por ahora. La historia, tanto en sus procesos como en sus palmarés obtenidos, ya puede juzgarlo.

El caso de éxito latinoamericano

Paralelamente con el Oregon Project, en Latinoamérica, precisamente en la ciudad argentina de Mar del Plata, otro atleta que fuera consagrado ahora trabaja en un equipo que ya ha dado que hablar a nivel mundial. Leonardo Malgor, prestigioso fondista que triunfó en las décadas del 80 y 90, ahora trabaja como coach y mentor de su equipo, el Malgor Track and Field, que también cuenta con el apoyo de Nike. Llevándolos en la crianza atlética y respondiendo a cada una de sus inquietudes, Malgor (en sociedad con Daniel Díaz) como Salazar también apela al factor mental, con entrenamientos específicos y exigentes, en altitud y con minuciosos estudios de cada uno de sus atletas.

Incluso una atleta de Malgor dio la sorpresa frente al Oregon Project, cuando en octubre pasado Flor Borelli (20) ganó la Nike Women’s San Francisco, la carrera femenina más importante del mundo. Lo hizo con un tiempo de 1h18m22s, ganándole a las corredoras del Nike Oregon Project de Alberto Salazar. La olímpica de 42 km María Peralta y el mejor argentino en maratón, Mariano Mastromarino (el mejor argentino en maratón junto al olímpico Miguel Barzola), son los referentes del MTF, que cuenta con jóvenes promesas algunas ya consagradas como las hermanas Borelli (Florencia y Mariana, mediofondista), Walter Zavala, Lucas Bagaloni y Sofía Luna entre muchos otros.

Nota publicada originalmente en www.negrowhite.net

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