Mi Maratòn de Rosario 2013

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Dicen que una maratón comienza cuando uno se decide a correrla, continúa durante los 3 o 4 meses de entrenamientos y finaliza al cruzar el arco de llegada el dia de la competencia. Rosario no fue la excepción a la regla: la empecé a correr hace meses.

Entrenamientos nocturnos o de madrugada, con frío o con lluvia, con el grupo de club de running o a solas; todo sumaba sabiendo que lo que no se entrena físicamente, se labura en meter la cabeza en “estado de maratón”.
La elección de las zapatillas o de la ropa del día de carrera lo fui testeando durante los fondos largos. En mi caso, corrí con unas Asics gt1000 medio cargadas a palos, short, remera térmica y remera sin mangas arriba.
La excursión a Rosario con el micro de fc max no podría haber sido mejor elección. Me trataron de manera genial a mi y a mi mujer. Impecable grupo también.
La noche previa a una maratón nunca se duerme bien (o es muy raro que eso suceda). En mi caso, me casi transpirando de los nervios a las 3 am pensando que ya era la hora del desayuno! UNA LOCURA!
Luego de una entrada en calor con gus y ale un poco y con el profe y agus despues, largamos. Salimos desde el Monumento a la Bandera a las 9 am con una temperatura perfecta para correr. Un poquito menos calurosa que el año pasado pero un clima especial para correr. Salí solo y a mantener. Había pensado la noche anterior en salir a 4m40 e ir apretando.
Los primeros 5 km intento respetar el ritmo de carrera y no pisar los 4 minutos 40 segundos por kilómetro; ya habría tiempo de “subir el ritmo”(bah, eso creía). La salida hasta los Silos y para luego doblar por el Boulevard Oroño fue muy alegre, con gente tocando bocinas y otras tantas alentando. Muchas bicis. Muchas. Creo que ha habido más gente siguiendo y alentando a los corredores más que el año pasado. Al pasar por Parque Independencia, cerca de la cancha de Newells, veo que pasan unos micros pero, por suerte, no sufri ningún problema con el ataque de los barrabravas. Sé de gente que la ha pasado mal pero, por suerte, no sufrieron heridas e incluso pudieron seguir corriendo. Sin embargo, una locura que no sé cómo pudo haber sucedido.
Al llegar al km 9 comienzo a comer gomitas para mantener el azúcar en sangre y rodeo el hipódromo. A esta altura hay gente que me pasa pero luego me di cuenta que les pase el escobillon mas adelante. Jajaja. De ahi al kilometro 14 me concentré en mantener un ritmo y comenzar a planificar lo que sería la segunda parte de la carrera, que es cuando comienza el verdadero desafío. En la bajada del km 15 tomo el primer gel con el puesto de hidratación y sigo. El aliento de Fede y Miki, dos amigos del Club de Running que me gritaron “dale, Tren!” fue esencial para cargar pilas y seguir. Luego de unas cuantas cuadras en bajada comenzaba el camino hasta el puente del km 19 en Ciudad Universitaria. Este tramo es hermoso porque podés ver a los más rápidos y alentarlos, y al regreso podés ser alentado por amigos que vienen más atrás. El running tiene esa alegría de que no importa cuánto haga un amigo, siempre te da alegría. No importa si hace menos de 3 horas o 5, uno se alegra de ver al otro feliz por su logro y de eso se trata la amistad.
Hablando de amistad, en el km 20 pasa algo que no tenia pensado pero que me sorprendió gratamente: desde ahi corri con un amigo que me dió el running, Pablito Diaz. Pablo es ultramaratonista y esta maratón era un “fondo largo” para preparar los 100 km de Yaboti en agosto.

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Correr una maratón con un amigo y a un ritmo constante fue todo menos sufrido. No hubo excesivo cansancio en ningún momento, aunque las subidas y bajadas de los puentes en los últimos kms me sacaron piernas como para un sprint final. Así y todo pasamos gente a lo loco hasta el km 34 (nos habrán pasado 10 pero pasamos como 50, fácil). Nunca sentí las piernas pesadas o que no quisiera más: el profe Ale Britos me habia preparado muy bien. Mi primer objetivo era bajar a 3 hs 15 y mi segundo objetivo era no pisar las 3 horas 20. Al llegar a las 2 hs 48 y estando en el km 37, a la salida del Parque Scalabrini Ortiz, me dije “Esto no se me escapa. Esto no se me puede escapar!”. Apreté los dientes y no permití que las piernas dijeran basta: corri con la cabeza y el corazón. Me hubiera encantado meter sprint pero los puentes me comieron gambas y salvé la ropa al menos. Nunca vi muro ni nada. La respeté a la carrera pero sabiendo que podía dar lo que tenía, que era un pb por poco. Las cuestas del circuito me dieron una paliza muy suave y contínua JAJAJA.
Ya los últimos 4 km fueron una carrera mental negociando con mis piernas que me decían “no podemos meter el ritmo que querés, pero podemos correr abajo de 4 minutos 55 segundos”. Negociamos con ellas y fui a 4m 53 hasta el km 41. Me fui cayendo muy de a poco pero sin bajones ni malos pensamientos. Me dolía un poco los isquiotibiales pero no estaba cansado. Estaba feliz de correr otra maratón. No se cómo explicar esto pero me sentí feliz. Estaba rompiendome en pedazos pero me sentía feliz y sonriendo al llegar al km 40 y con el aplauso de la gente frente a la costanera. En la bajada del km 41, para coronar mi felicidad, tuve una inyección anímica espectacular: la vi a mi mujer que me decía “Dale, dale, que ya llegás!!”

Ver a mi mujer en el km 41 me dió el empuje que precisaba y asi meter el ultimo km a 4m30 para saber que iba a conseguir mejorar mi marca del 2012: 3hs19minutos49segundos. Por poco salió mejor tiempo, pero vale igual! ¡Claro que si!

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Llegué y lloré. Muy pocos saben que estas semanas fue muy duro entrenar y así y todo terminé otra maratón.

Gracias a mi familia, a mi mujer, al profe Ale Britosy a este gran grupo de amigos que es Club de running.

Ya es martes y tengo las piernas a nuevo pero un tobillo hinchado así que serán días de descanso bien merecido.

Si llegaste hasta acá, gracias por leerme. Y por estar. De verdad.

Todas las carreras enseñan algo; esta me enseñó que la forma de correr maratón es con las piernas, el cerebro y el corazón. Y con el cuchillo entre los dientes.

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